La importancia de un buen administrador
Hoy en día, por más pequeña que sea la comunidad, siempre se manejan valores que no son menores. No tan sólo importa que el trabajo del Administrador sea profesional sino que además se espera que también sea honesto.
Cuando se exige profesionalismo en el trabajo se está pensando en que el trabajo sea ejecutado con calidad y prontitud. Que las cuentas de ingresos y egresos sean llevadas de manera oportuna y periódica, que los registros puedan ser comparables de un mes a otro, de una administración a otra, que exista respaldo de lo obrado y que el Administrador se convierta en un buen asesor, tanto del comité de administración como de la comunidad de copropietarios. Es fácil encontrar administradores que creen que sólo trabajan para el comité y no para toda una comunidad. Y esa mirada, siempre termina por pasarle la cuenta. Por otro lado, menos extraño resulta encontrar a comité de administración, donde cada uno de los miembros se cree el jefe del Administrador. Esta mirada lo único que provoca es una multiplicidad de mando que también termina mal, o el Administrador opta por renunciar o se queda hasta encontrar otras administraciones que compensen la que más problemas genera provocando en muchos casos una merma en la calidad del trabajo entregado a esa comunidad. También encontramos comunidades donde exigen al Administrador el tiempo y dedicación que no pueden pagar.
Encontrar el justo equilibrio, en el contexto de la legislación actual, obliga a las partes a un permanente diálogo sincero y constructivo y por cierto, a una voluntad real de que las partes sedan en ciertos momentos en pro de un bien superior.